El dinero en la vida
Nuestra relación con el dinero evoluciona según avanzamos en las diferentes etapas de nuestra vida.
Desde muy pequeños tenemos relación con el dinero. Al principio es algo infinito que tienen nuestros padres y que nos permite montar en atracciones, comprar golosinas, un helado o los libros para el cole.
Más adelante suele ser un freno a todas las cosas divertidas que queremos hacer, salir con los amigos, ir al cine, comprarnos una videoconsola. En este punto ya sabemos que nuestros padres no son multimillonarios, pero todavía no entendemos el esfuerzo que cuesta ganar el dinero y no comprendemos por qué no pueden ser satisfechas todas nuestras peticiones.
En muchos casos es en nuestra adolescencia cuando ganamos el primer dinero. Un trabajo para nuestros padres o familiares, unas horas en un comercio de la zona, alguna tarea doméstica para un vecino, trabajos que nos permitan ganar un poco de dinero para un objetivo muy concreto, el nuevo juego de la play, la equipación de nuestro equipo de fútbol, un mp3 para oír música, etc. En esta fase comenzamos a apreciar el esfuerzo que requiere ganar dinero. Sin embargo, al tener una meta concreta y alcanzable a no muy largo plazo, somos capaces de sacrificarnos y ahorrar para conseguir nuestro premio.
Cuando terminamos de formarnos y encontramos nuestro primer trabajo, por muy poco que nos paguen, nos hace ricos. No tenemos gastos ni necesidades, todo el dinero ganado está esperando ser gastado en cosas divertidas, en ropa, en salir con los amigos, en ir a cenar a un restaurante. La mayoría, llegado este punto, gasta el dinero en lo que realmente le apetece.
Ese dinero que estamos ganando, como decía, por muy poco que sea, debemos gastarlo, y aquí empieza la creación de necesidades que nos permitan gastar nuestro dinero, creación que no acaba nunca, que mantendremos toda nuestra vida y que hará que en pocos meses seamos capaces de gastar lo mismo o más de lo que ingresamos, aunque nos hayan doblado el sueldo.
Hay un dicho popular que dice: «A lo bueno se acostumbra uno pronto», y así es, durante toda nuestra vida crearemos las necesidades que hagan falta para conseguir gastar todo nuestro dinero y, si las cosas nos vienen mal dadas, tendremos que sufrir eliminando parte de esas necesidades que nos hemos creado.
Para la mayoría, el dinero vuelve a ser ese limitador que no permite hacer todas las cosas divertidas que te apetecen, que no te deja ser plenamente feliz.
Según avanza nuestra vida laboral, normalmente, vamos consiguiendo más ingresos, bien sea por antigüedad, por un nuevo trabajo o porque hacemos actividades que nos aportan un extra. Sin embargo, seguimos teniendo la misma sensación, «Si tuviera más dinero sería más feliz», y la pregunta es:
«Ahora tienes más dinero que en otros momentos de tu vida, ¿te ha hecho esto más feliz?».
Si nos paramos a pensar en qué nos gastamos realmente el dinero, descubriremos que la gran parte del gasto va a cosas que no nos hacen realmente felices, cosas que en su día igual sí eran una meta a conseguir, pero que una vez conseguida, ya no nos hace tan felices.